Desde que el tiempo y las modas dejaran atrás la “movida gaditana” de la Calle Muñoz Arenillas en verano, y los locales que había entre la Plaza España y la Plaza Mina el resto del año, para buscar luego algo de refugio en la Punta San Felipe, nada fue igual.
Botellones con capot de coche abierto y cierre masivo de pubs y bares en ambas zonas fueron la tónica. Se decía que no era lo mismo hacer una vaquita para comprar dos botellas y coca-cola en el súper y tirar para allá, que pagar una pasta por un cubata en un local.
Total, nacieron los botellones y ahora, incluso en plena segunda ola de pandemia hay gente que continúa alojada en el invento, demostrando que está más que arraigada.
De todos modos, o ganamos en conciencia o se acaba brindando online, cada uno en su casa. Y que tiemble hasta Tinder.