En la tarde de este martes algunas de las firmas emblemáticas del capitalismo anunciaban su cese o limitación de actividades en Rusia. McDonald ’s, Coca-Cola, Pepsi o Starbucks cerrarán sus restaurantes o retirarán sus conocidos refrescos de las estanterías de los supermercados. Se suman a una lista de 300 multinacionales que han tomado decisiones en el mismo sentido, entre las que se encuentran Amazon, Ericsson, Ikea o Inditex.
Los grandes medios de comunicación dan la noticia con una indisimulada alegría belicista: “un nuevo golpe al enemigo”. Pero no hay que hacer un gran ejercicio de empatía, de ponerse en el lugar del otro, para imaginar que supone una decisión así para miles de trabajadores.
Basta con que trabajes, hayas trabajado o conozcas a alguien que trabaja sirviendo hamburguesas, repartiendo paquetes, en una tienda de ropa, de muebles o electrodomésticos, de operario en una fábrica… Es decir basta con que sean parte de la inmensa mayoría social, la clase trabajadora, para que entiendas lo que significa que de un día para otro tu empresa decida echar el cierre y marcharse.
Si al hecho de quedarte en la calle le añades un contexto de vivir bajo un régimen autoritario y en medio de una caída histórica de tu moneda y poder de compra de los salarios fruto de estas y otras medidas de la guerra económica, ya sabes que te acaban de condenar a la miseria.
Las cifras del volúmen de despidos totales no se conocen todavía. Pero, atendiendo al tamaño de las plantillas de estas multinacionales, Rusia vive un ERE de proporciones estratosféricas.
Solamente McDonald ’s cuenta con 62.000 trabajadores, Starbucks con 2.000 de plantilla directa (no facilita datos de los restaurante franquiciados) y Pepsi con 20.000 en sus fábricas y 40.000 en el campo, el tercer país tras EEUU y México de mayor implantación para la compañía. El “filántropo” de Amancio Ortega sigue sumando buenas acciones con el cierre de 500 tiendas y el despido de 9.000 empleadas directas. Ikea, la marca cool de la deforestación, dejará en la calle otros 12.000.
Algunos directivos de estas compañías pretenden suavizar las consecuencias de su decisión prometiendo “mantener el salario de sus empleados”, como McDonald’s. Pero si el conflicto se prolonga esta medida quedará suspendida. Starbucks se limita a prometerles que les dará “apoyo”, sin concretar cómo. Pepsi, por el momento, mantendrá algunos puestos de trabajo ligados a la producción de productos alimenticios básicos, aunque no los ha cuantificado. Tampoco descarta su cierre total si el conflicto se prolonga.
Hambrear al pueblo del enemigo: esta es la consigna de la UE y la OTAN. La batería de sanciones aprobada por la UE y EEUU, como ya sucediera en el caso de Irán o Venezuela, golpeará directamente a la clase trabajadora y los sectores populares de Rusia.
Además, como advertía Trotsky ante las sanciones de Chamberlain contra el México de Lázaro Cárdenas en los años 30, “el boicot, como es sabido, siempre involucra al autoboicot”. Los efectos de esta guerra económica ya se empiezan a notar en una escalada de precios en los propios países imperialistas, donde la clase obrera está viendo cómo sus salarios comienzan a licuarse como no pasaba desde la crisis de los 70. Ante esto, gobernantes “progresistas” como Pedro Sánchez piden a las y los trabajadores que se preparen para grandes “sacrificios”.
Y como ya están alertando diferentes organizaciones humanitarias, como Save The Children, las consecuencias en los mercados de cereales pueden conducir a crisis alimentarias muy graves a regiones enteras como el norte de África u Oriente Medio.