En esta extraña canícula que tan pronto hace calor como hace frio otoñal nos trae a esta reflexión sobre la anormalización de lo normal o, mejor dicho, la normalización de lo anormal.
En sociología se mide la salud de una sociedad o colectivo en función del grado de la normalización de lo anormal que se dé en ella. Partiendo de que se normalice lo que en otros contextos no es normal, hay quien defiende que es consecuencia de las tensiones entre las sensaciones de exceso y la carencia experimentando cada cosa en su máxima expresión, lo que finalmente es la experimentación de la totalidad sólo expresada en sus opuestos complementarios: lo institucional y lo clandestino, lo pagano y lo sacro, lo tradicional y lo moderno, la memoria y lo nuevo.
Pero no es intención profundizar en el aspecto sociológico de la normalización de lo anormal, tan solo se trata de encajar una circunstancia, entre otras muchas, que se da en la Sanlúcar del Santo Régimen que muy bien podría entenderse como una normalización de lo anormal.
No hay semana que los medios de comunicación no se hagan eco de una operación policial contra el narcotráfico en la ciudad con detenciones e incautaciones de toneladas de droga o desmantelamiento de plantaciones ilegales o se encuentren narcolanchas varadas en cualquier playa. La indiferencia social más o menos generalizada ante este grave problema social y económico empieza a dar señales del fenómeno de la normalización de lo anormal. Del mismo modo, la pasividad de los partidos, con honrosas excepciones, también contribuye de forma decisiva a lo mismo. Salvo para restarle importancia, al alcalde de la Sanlúcar del Santo Régimen no se le ha podido escuchar alguna preocupación por el avance y por la socialización del narcotráfico, sobre todo, en esa alejada y castigada barriada de la ciudad, donde precisamente suele obtener buenos resultados electorales.
Hay quien considera este hecho como deliberado para que no se vea más manchada o perjudicada la imagen de la ciudad. Si esto fuera cierto, sería de una irresponsabilidad manifiesta, ya que estaría anteponiendo una supuesta preocupación por la imagen de la ciudad a la seguridad, a la salud pública de la misma y a una convivencia en paz entre los ciudadanos. Por otra parte, si estuviera preocupado por la imagen de la ciudad, no la mantendría en el estado de abandono generalizado en que se encuentra.
Se desprende, por tanto, que debe haber otras consideraciones que justifique el desinterés y desidia por este grave problema que viene lastrando a la ciudad y que en gran parte empieza a condicionar la calidad de vida de los ciudadanos. Porque de otra manera no se entiende que durante años se haya mantenido a ese delegado de esa alejada y olvidada barriada, a pesar, de sus conocidas relaciones peligrosas y que recientemente lo haya sustituido por ese otro no con menos comprometidas amistades y actitudes.
En esta Sanlúcar de Santo Régimen, da la impresión que ante el auge del narcotráfico en la ciudad hay quien está interesado en hacer ver que no existe el problema obviándolo o restándole importancia lo que supone una pretendida normalización de lo anormal del grave problema, probablemente para esquivar preguntas, para evitar contradicciones, para no errar más de la cuenta, para contar votos, para escapar del problema o simplemente porque se es parte del problema y hay quienes están dispuestos en aceptar pulpo como animal de compañía.
Bien podríamos terminar esta sucinta reflexión citando al filósofo neerlandés de ascendencia hispano portuguesa de mediados del siglo XV, Baruk Spinoza, cuyo pensamiento tuvo una gran influencia en el pensamiento occidental y, más específicamente, en la manera en la que sus contemporáneos empezaron a interpretar la realidad: “los hombres no tienen la obligación de vivir según las leyes de un espíritu sano más que un gato de vivir según las leyes del león”.
Lo peor que le puede ocurrir a una sociedad paralizada por la impotencia o el temor es caer en el trampantojo de quien le interesa normalizar lo anormal. Mucho de esto está ocurriendo en la Sanlúcar del Santo Régimen.